Las últimas décadas han marcado precedentes importantes en los niveles de industrialización, crecimiento económico, mejora en la calidad de vida de millones de personas, acceso a servicios básicos y educación, entre otros. Cada año los gobiernos miden incansablemente su crecimiento, producción, consumo y cualquier indicador que refleje el incremento de su competitividad, pero ¿qué subyace detrás de esta superficie de quimérico2 progreso?
En la década de los setenta mediante el documento “Los Límites del crecimiento”, el Club de Roma advirtió que la sociedad moderna no podría crecer indefinidamente en un panorama finito de espacio y recursos como el planeta tierra, ya que una dinámica así nos conduciría inevitablemente al colapso. Han pasado décadas desde la publicación de este informe y los cientos de estudios subsecuentes que evidencian la crisis ambiental en la que nos encontramos, sin que ello haya frenado la velocidad con la que nos acercamos a este peligroso panorama.
Paradójicamente, el calificado “progreso” de nuestra sociedad, continúa minando los pilares de su propia supervivencia en pos de la prosperidad del sistema económico, cuyo anhelado crecimiento existe gracias a prácticas de explotación, producción y consumo insostenibles. Numerosos autores y estudios han evidenciado el impacto que tiene la demanda insaciable de productos en la sociedad moderna, y es precisamente el final en el ciclo de vida de estos productos en donde se requiere centrar la atención.
De acuerdo con datos del Banco Mundial, en el mundo se generan cada año mil trescientos millones de toneladas de basura, mismas que se espera que incrementen a 2 mil doscientos millones de toneladas para el 2025. Hablamos de una generación per capita de 1.2 a 1.4 kg por día en los próximos 15 años, en donde Estados Unidos. China, Brasil, Japón y Alemania continuarían liderando el ranking de los mayores generadores de basura.
Por lo general, el nivel de desarrollo económico y grado de urbanización es proporcional al nivel de generación de basura. Se estima en este sentido que los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), generan 572 millones de toneladas de residuos sólidos al año, casi la mitad de los residuos del mundo con un promedio de 2.2. kg de basura por persona al día. La contribución de México al problema no es menor. De acuerdo con datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), cada mexicano genera al día 1.2 kilogramos de residuos, sumando un total de 438 kilogramos anuales per capita. No es sorpresa que esta cantidad de basura posicione al país en el lugar número 9 a nivel mundial como uno de los mayores generadores de desechos.
La generación y disposición de residuos tiene consecuencias económicas y sociales que impactan principalmente, aunque no exclusivamente, a los estratos más bajos de la población. A lo largo del mundo hay miles de ejemplos de poblaciones afectadas por el mal manejo y disposición de residuos tóxicos e industriales y, aunque los impactos del resto de los residuos no son, en apariencia, de la misma magnitud, el deficiente manejo del resto de los residuos que terminan en ríos, mantos friáticos, mares y otros ecosistemas, alteran los ciclos biogeoquímicos y por supuesto, a las poblaciones que dependen directa o indirectamente de estos recursos.
En la mayoría de las ciudades de los países en desarrollo, se invierte una parte considerable del presupuesto (entre el 20% y el 50%) en el manejo de los residuos, sin que ello signifique la implementación de un proceso efectivo. En realidad, el foco principal en el uso de estos recursos suele ser únicamente el transporte y deposición, situación que dificulta la reutilización de materiales al no ser separados correctamente, y agrava la acumulación de desechos en vertederos legales y clandestinos.
Entonces, si es un problema tan grave, ¿por qué parece no existir la voluntad para solucionarlo? Expertos a nivel mundial concluyen que se trata de dos cuestiones principales: 1) Falta asumir un enfoque holístico sobre el problema de basura que integre la totalidad del ciclo del producto: diseño del producto, extracción de materias primas, producción, consumo, reciclaje y manejo de residuos. 2) No hay un costo asociado a la generación de basura, lo cual dificulta la concientización social en torno al tema. Para atender este punto, por ejemplo, la iniciativa WasteZero promueve el programa llamado “pay-as-you-throw” en el cual los residentes de ciudades en Estados Unidos, pagan una cantidad determinada de dinero por cada bolsa de basura que generan. Progresivamente, estas medidas que impactan en la cartera de los ciudadanos, favorecen la reducción de basura, ya sea al disminuir su generación al inicio del ciclo con la simple pregunta: ¿realmente necesito comprar esto? o bien, procurando su separación y manejo.
Hablamos de un ciclo de varias etapas y actores, cuyo común denominador es la falta de conciencia en los hábitos de consumo y la disposición de los residuos derivados. Si bien es cierto que los gobiernos locales deben asumir un papel activo en la formulación de normas, diseño de políticas públicas adecuadas, y el fortalecimiento de una cultura en torno al manejo adecuado de residuos, también es cierto que el acelerado ritmo de crecimiento de las ciudades y la población, exigen una participación activa también de los individuos como parte fundamental en las cadenas de producción y consumo.
Es imprescindible atender la problemática con una visión integral y multifacética que impulse desde diversos frentes (gobiernos locales, sociedad civil, individuos) la reorientación hacia formas de vida sostenibles con el planeta y con otros seres humanos. Se debe tomar conciencia sobre nuestro lugar en este espacio finito y la responsabilidad que compartimos para enfrentar la inminente crisis ambiental y humanitaria que cada día amenaza con llegar antes de lo previsto.
- Fabuloso, fingido o imaginado sin fundamento.