Paper: Experiencias de cooperación tras el sismo #7S

En búsqueda de experiencias de cooperación tras el sismo del 7 de septiembre de 2017: el proyecto Taishin

Por: Diana Karina Gómez Gaitán*

Resumen

El sismo del 7 de septiembre impactó fuertemente a Chiapas y Oaxaca dejando a un número importante de personas sin vivienda. Tras identificar los factores que contribuyeron al derrumbe o deterioro de las viviendas el gobierno mexicano examinó diferentes alternativas de reconstrucción. Este artículo retoma la experiencia del Proyecto Taishin en el cual se desarrollaron sistemas constructivos especializados para viviendas populares sismo-resistentes, mismos que podrían ser replicados en México para su reconstrucción.

Palabras clave: Cooperación, Sismo 7 Septiembre, Desarrollo, Proyecto Taishin.

Los sismos son uno de los fenómenos naturales que dependiendo de su magnitud y características conllevan diversas afectaciones desde económicas, políticas, sociales, hasta ambientales en las comunidades y territorios que impactan como lo son la pérdida de vidas, la pérdida de viviendas, escuelas, negocios, caminos, las afectaciones en la biodiversidad, etc. Los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017 han sido la experiencia devastadora más reciente que México ha vivido después del sismo de 8.1° en la escala de Richter registrado el 19 de septiembre de 1985. Con 8.2° de magnitud, Chiapas y Oaxaca fueron los principales estados afectados por el sismo del 7 de septiembre, mientras que un sismo de 7.1° afectó más directamente a la Ciudad de México, Morelos, Estado de México, Puebla y Guerrero el día 19 de ese mismo mes. En términos de afectaciones humanas, el gobierno de México registró 102 víctimas mortales en el primer sismo y 369 para el segundo.

Uno de los agravios más importantes para la calidad de vida de las personas afectadas por los sismos fue la pérdida total o parcial de sus viviendas. En el caso de Chiapas y Oaxaca –los estados más afectados en este rubro- el “Censo de viviendas y acciones para la reconstrucción: transparencia y rendición de cuentas” (2018) publicado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) informó que hubo afectaciones totales o parciales en 58,366 viviendas en Chiapas y en 63,335 viviendas en Oaxaca. Por lo cual, una vez terminado el proceso de resguardo de la población y el registro de daños era necesario plantear un programa de reconstrucción adecuado para cada situación.

En el caso de Chiapas y Oaxaca la combinación de factores como la autoconstrucción, los materiales utilizados y la antigüedad fueron las causas principales del derrumbe o deterioro de las viviendas. En varios casos las viviendas construidas carecían de una planeación o proyecto arquitectónico y estructural. Con base en ese diagnóstico se consideró importante evaluar una de las experiencias de cooperación técnica en materia de construcción de viviendas sismo-resistentes en la que México participó junto con Japón en El Salvador a partir de los sismos de 2001. El proyecto fue nombrado “Mejoramiento de la Tecnología para la Construcción y Difusión de la Vivienda Popular Sismo-resistente”, mejor conocido como el proyecto Taishin.

En 2001 El Salvador fue severamente afectado por dos sismos, el primero de ellos ocurrió el 13 de enero, mientras que el segundo ocurrió exactamente un mes después. Durante el primer sismo, el mayor impacto fue en la zona central y costera del país; uno de los mayores desastres de ese sismo fue sin duda el alud de tierra en la colonia Las Colinas en Santa Tecla, el cual arrastró consigo alrededor de 200 viviendas y causó el 58% de las 944 muertes registradas. Para el segundo sismo -con epicentro en la zona paracentral del país, caracterizada por una mayor población rural- el mayor número de muertes fue causado por fallas estructurales en las viviendas construidas con adobe[1] y bahareque[2] (SNET, 2004). El saldo de ambos sismos ascendió a 1,259 víctimas mortales y 334,961 viviendas afectadas (MARN, 2013).

Las Colinas, Santa Tecla posterior al sismo del 13 de enero

 

Fuente: Prensa Libre, Hemeroteca PL.

Dentro del análisis realizado por el gobierno salvadoreño posterior a los sismos del 2001 se observó que el 31% del total de las viviendas en el país estaba construido con adobe y bahareque (SNET, 2004); porcentaje que se encontraba mayormente concentrado en la zona paracentral del país. La razón de ello consiste tanto en las características territoriales de las comunidades –son de muy difícil acceso-, la situación económica de la población, la escasa provisión de servicios públicos y la cuestión cultural.

La tierra, el bambú y la madera, al ser materiales de fácil acceso y bajo costo para las comunidades rurales, hacía que la autoconstrucción de viviendas con los mismos fuera y siga siendo una práctica común; por ende, el factor que determinaría la eliminación o reducción del riesgo en las viviendas construidas con esos materiales sería la capacitación técnica. A partir de ello, el gobierno salvadoreño se acercó al gobierno japonés y al mexicano para solicitar un estudio sobre las mejores técnicas de construcción de viviendas de adobe sismo- resistentes.

En el marco del Programa Conjunto de Cooperación México-Japón hacia El Salvador, en 2003 dio inicio la primera etapa del Proyecto Taishin (2003- 2008) con el propósito de “promover tecnologías sismo-resistentes y desarrollar, de forma progresiva, los elementos necesarios para la implementación de estas tecnologías en la construcción de viviendas más seguras, y que éstas puedan mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables afectadas constantemente por fenómenos naturales extremos, como los terremotos” (FUNDASAL, 2013, p. 3). Dentro del proyecto participaron investigadores y especialistas de la Universidad de El Salvador (UES), la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), el Viceministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano (VMDU) y la Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL); por parte de Japón participó el Instituto de Investigación sobre construcción BRI del Japón; y por parte de México el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED).

Dentro de la primera etapa del proyecto se estudiaron cuatro sistemas constructivos de vivienda popular: bloque panel, adobe, suelo cemento y bloque concreto. (FUNDASAL, 2013).

Pruebas de sismoresistencia en Universidad de El Salvador

Fuente: propia

Todos ellos se pusieron a prueba en el Laboratorio de Estructuras Grandes (LEG) ubicado en la UCA y en la mesa inclinable en las instalaciones de la UES, esto con el objetivo de medir el comportamiento sísmico de la vivienda bajo diferentes características y construida con diferentes materiales. Con base en los resultados encontrados en esa primera fase, en 2009 dio inicio a una segunda fase que tenía como uno de sus objetivos difundir las normas técnicas establecidas para la construcción de una vivienda de adobe reforzado capaz de resistir movimientos telúricos.

Con la participación y acreditación del Viceministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano de El Salvador se construyeron casas modelo, se difundieron manuales de construcción y se realizaron talleres y seminarios para el sector técnico, académico y comunitario (FUNDASAL, 2013). Las imágenes a continuación muestran dos de los materiales a través de los cuales se difundió la información de la manera más gráfica y con lenguaje lo más sencillo posible.

Ficha técnica y Manual del Sistema Constructivo de adobe reforzado y sismo-resistente

FUNDASAL, que tiene como misión “Potenciar la producción social del hábitat sustentable, a través de la generación de procesos de participación protagónica y organizada de la población empobrecida, para el cumplimiento del derecho humano al hábitat” (2017), ha implementado y difundido este sistema constructivo en diversas comunidades rurales en El Salvador. Su modelo de enseñanza- aprendizaje garantiza la apropiación del proyecto por parte de las personas beneficiarias.

Hasta noviembre de 2017 FUNDASAL informó extraoficialmente haber construido más de 500 viviendas bajo ese sistema. El proceso de construcción de este tipo de vivienda en FUNDASAL se encuentra bajo el Programa Integral de Asentamientos Humanos en el cual no se trata únicamente de la construcción de la vivienda, sino también de la construcción de una comunidad más integral. Antes de iniciar el proyecto de construcción, FUNDASAL entra a la comunidad en donde se va a implementar el proyecto para conocer el entorno inmediato en el que se encuentra, los recursos que tienen a su disposición, las actividades económicas y culturales que se practican y la dinámica al interior de la comunidad. De modo que, al organizar la construcción de la vivienda se trabaja bajo el compromiso de la ayuda mutua, en donde una familia ayuda a construir la vivienda de otra familia y una vez que esa vivienda está terminada se apoya en la construcción de la vivienda de la otra. En la imagen mostrada a continuación se puede observar la construcción de una de esas viviendas detrás de la vivienda de adobe no reforzado.

Estas viviendas cuentan con un solo piso y con tres módulos en su interior (habitaciones). En promedio, una vivienda utiliza alrededor de 2,500 adobes; otro número importante de varas de castilla (bambú) que se utilizan para los refuerzos verticales y horizontales de los muros; piedra para la cimentación; y concreto en menor cantidad.

Cabe mencionar que la asesoría técnica está presente en todo momento hasta que se genera un mecanismo permanente de intervenciones conformado por los mismos miembros de la comunidad que han adquirido el conocimiento en su totalidad. Ello garantiza que el proyecto se pueda seguir replicando sin la necesidad de la presencia de FUNDASAL.

Dado que tanto Chiapas y Oaxaca, así como El Salvador se ubican en una importante región sísmica y buena parte de su población comparte similares técnicas en la autoconstrucción de sus viviendas, evaluar la posibilidad de replicar del proyecto Taishin en ambos estados mexicanos resulta inobjetable. Bajo esa lógica, una delegación mexicana compuesta por miembros de CENAPRED, AMEXCID, FONATUR y SECTUR viajó a El Salvador en noviembre de 2017 en busca de asesoría técnica para integrar una propuesta de diferentes sistemas constructivos de adobe que permitieran una reconstrucción de viviendas seguras para las poblaciones afectadas en el istmo de Tehuantepec.

De acuerdo con lo anunciado por el gobierno mexicano, los propietarios de viviendas afectadas por los sismos recibirían un apoyo a fondo perdido por parte del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) de $15,000.00 MXN por daño parcial y de $120,000.00 MXN por daño total. En el caso del daño parcial se realizaría el pago en una sola exhibición, mientras que para las viviendas con daño total se realizaría el pago en cuatro exhibiciones de las cuales los montos se dividirían en pago en efectivo y pago en materiales de construcción. (Gobierno de la República, 2017) Sin adentrarse en el tema de la entrega de los recursos y el tipo de selección que se realizó para la entrega de los mismos, lo cierto es que la gente con o sin apoyo del gobierno tenderá a autoconstruir su propia vivienda, de manera que instituciones como la SEDATU deberán garantizar la oferta de asistencia técnica adecuada a las necesidades y posibilidades de la población para una reconstrucción segura de sus viviendas.

Bajo el desconocimiento del avance de esta iniciativa para los procesos de reconstrucción de viviendas en ambos estados, es importante rescatar las lecciones que la delegación mexicana aprendió sobre el desarrollo del proyecto Taishin en El Salvador:

  1. Existe la disposición por parte del gobierno salvadoreño, a través del Ministerio de Obras Publicas y el Viceministerio de Vivienda y Desarrollo Territorial, de ofrecer cooperación técnica a México para la reconstrucción de viviendas sismo-resistentes.
  2. Existen organizaciones como FUNDASAL que cuentan con el expertise en materia de viviendas construidas con materiales naturales.
  3. La construcción de viviendas con materiales como la tierra, el bambú y la paja, pueden ser sumamente resistentes y seguros si se utiliza la técnica adecuada para la producción de los adobes y la construcción de la vivienda.
  4. El proceso de reconstrucción de las viviendas puede generar un fortalecimiento de la cohesión social de las comunidades.
  5. La construcción de viviendas con adobe reforzado mantiene las costumbres y tradiciones de la comunidad, a la vez que garantizan mayor seguridad.
  6. Este tipo de viviendas promueven la sustentabilidad medioambiental al utilizar recursos naturales al alcance de la población.
  7. Por último, pero no menos importante, existe una trasferencia de tecnología que genera capacidades propias de construcción garantizando la construcción de una vivienda adecuada a sus necesidades a la vez que evita la necesidad de contratar a una empresa privada.

 

Referencias:

  1. FUNDASAL (2017), Misión. Recuperado de: https://fundasal.org.sv/mision-vision/
  2. FUNDASAL (julio 2013), La construcción con tierra: una alternativa sustentable para el mejoramiento del hábitat rural y la prevención del mal de changas. Carta Urbana No. 167.
  3. Gobierno de la República (2017), Fuerza México. Recuperado de: https://www.gob.mx/fuerzamexico/
  4. MARN (2013). Cronología de sismos destructivos en El Salvador. Estadística de Registros. Recuperado de: http://www.marn.gob.sv/cronologia-de-sismos-destructivos/ MARN-Servicio Nacional de Estudios Territoriales (SNET).
  5. Prensa Libre (2018), Terremotos sacuden El Salvador en febrero de 2001. Recuperado de:  https://www.prensalibre.com/hemeroteca/terremoto-en-el-salvador-2001
  6. SEDATU (13/102017), ¿Sabes cuántas viviendas se vieron afectadas tras los sismos de septiembre?, recuperado de: https://www.gob.mx/sedatu/es/articulos/sabes-cuantas-viviendas-se-vieron-afectadas-tras-los-sismos-de-septiembre?idiom=es
  7. SEDATU (2018), Censo de Viviendas Dañadas por los Sismos del Mes de Septiembre de 2017, recuperado de: http://transparencia.sedatu.gob.mx/
  8. SNET (2004), Sismos en El Salvador 1900-2001: contexto. Recuperado de: http://www.snet.gob.sv/Riesgo/analisis/SISMOSELSALVADORyCA.pdf, Servicio Nacional de Estudios Territoriales, El Salvador.

[1] Bloque sólido de tierra.

[2] Técnica mixta de madera- bambú- tierra.

*Maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo por el Instituto Mora y especialista en Desarrollo Social por la Universidad Nacional Autónoma de México. Líneas de investigación: desarrollo social y cooperación en la región mesoamericana.

Paper: La cooperación horizontal entre Argentina y Haití

La cooperación horizontal entre Argentina y Haití en materia de seguridad alimentaria: el caso del Programa de Autoproducción de Alimentos Frescos (ProHuerta) en Haití

Por: Michelle Ruiz Valdes*

Resumen

El objetivo de este artículo es brindar un marco analítico de la cooperación horizontal que observa la calidad de las relaciones y que da cuenta de su naturaleza intermitente y multinivel a partir de su aplicación a una acción de cooperación en particular. Para este caso, se estudia al Programa de Autoproducción de Alimentos Frescos (ProHuerta) en Haití.[1]

Palabras clave: Cooperación horizontal, Argentina, Haití, Seguridad Alimentaría, Prohuerta.

Una ruta analítica intermitente y multinivel de la cooperación horizontal   

En el marco de la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) se han realizado esfuerzos, tanto académicos como institucionales, que se han centrado en el análisis de las modalidades de la cooperación, como la Cooperación Norte-Sur (CNS) y la Cooperación Sur-Sur (CSS), para distinguir sus principios orientadores. Mientras que la CNS se asocia con dinámicas verticales, en la CSS se sobreentiende que la horizontalidad es uno de sus principios rectores.

A pesar del sobreentendimiento de la horizontalidad en la CSS, es necesario cuestionar su validez en el mundo de las prácticas y más allá de los discursos, debido a que, también, se pueden presenciar dinámicas de subordinación en esta modalidad de la CID (Pereyra, 2016; Ruiz, 2018). Asimismo, vale la pena reflexionar sobre la manera en que la horizontalidad ha sido estudiada en los procesos de cooperación. En este sentido, la horizontalidad ha sido estudiada, principalmente, en los márgenes de la CSS, pero también se han desarrollado aportes que trascienden lo Sur-Sur. Estos últimos aportes se vinculan con el hecho de que la horizontalidad puede estar presente en otras modalidades de la cooperación, como la CNS (Ruiz, 2018).

La horizontalidad, en los márgenes de la CSS, ha sido entendida como aquellas “relaciones de cooperación que no son verticales, que se establecen voluntariamente y sin condicionalidades ni imposiciones de ningún tipo. Las decisiones se toman por consenso y los actores se articulan para llevar a cabo las actuaciones que son adaptadas a la realidad del socio receptor” (Aguilar, 2015, p. 6). Por su parte, la horizontalidad, en el marco de los abordajes que trascienden lo Sur-Sur, ha sido entendida como “toda relación en la que dos o más actores trabajan de manera conjunta para gestionar acciones que se adaptan a sus realidades y generan beneficios recíprocos” (Ruiz, 2018, p. 20).[2] A continuación se presenta un esquema que da cuenta de los elementos analíticos que forman parte de esta segunda aproximación.

                

Para este artículo, se retoma esta segunda aproximación, la cual fue presentada en la tesis de maestría titulada La cooperación entre Argentina y Haití en materia de seguridad alimentaria, ¿Una experiencia de cooperación horizontal?: El caso del Programa de Autoproducción de Alimentos Frescos (ProHuerta) en Haití (2018), ya que observa la acción conjunta a lo largo de las etapas del ciclo de proyecto (identificación, negociación y formulación, implementación y monitoreo, y evaluación y seguimiento) y, conserva la naturaleza bidireccional de la horizontalidad tanto en la adaptación de las acciones a las realidades de cada uno de los socios como en los resultados que se pueden obtener en términos de desarrollo, fortalecimiento de capacidades, posicionamiento internacional y/o alianzas internacionales.

De igual manera, este referente analítico ofrece la oportunidad de analizar la calidad de las interacciones entre diversos actores independientemente de su nivel de desarrollo o de la modalidad de cooperación. La calidad de las interacciones entre diversos actores, ya sea gubernamentales o no gubernamentales, orienta el pensamiento hacia la mirada multinivel de la cooperación horizontal, debido a que las relaciones se pueden construir en un nivel multilateral, bilateral y/o triangular, así como en un nivel político, institucional-operacional, técnico-operacional y social.

Asimismo, esta aproximación analítica favorece el entendimiento de la cooperación como un proceso en continua construcción y en el que intervienen factores vinculados con lo que sucede al interior de las interacciones (disonancia de enfoques, disponibilidad de recursos y lógicas de actuación) y ligados con situaciones externas o del contexto (desastres naturales, períodos de inestabilidad política y alternancias políticas).

 

Los factores antes mencionados influyen en la continuidad y/o discontinuidad de las interacciones. La discontinuidad referida es observada a través de la intermitencia de la cooperación, la cual es entendida como “aquella cualidad de una relación que se caracteriza por períodos de no interrupción y por etapas que reflejan irregularidades e, inclusive, el cese de las interacciones entre dos o más actores” (Ruiz, 2018, p. 56).

Por último, este marco analítico no es inflexible, al contrario se busca su mejora a través de su aplicación y/o adaptación a otras experiencias de cooperación. Para este caso, la acción de cooperación que exploró su aplicación fue el programa entre Argentina y Haití en materia de seguridad alimentaria mejor conocido como ProHuerta. A continuación, se presentan los hallazgos identificados.

 

 

El Programa de Autoproducción de Alimentos Frescos (ProHuerta) en Haití desde un enfoque de cooperación horizontal  

Los lazos entre Argentina y Haití se caracterizan por sus vínculos no gubernamentales y gubernamentales. Mientras que en los vínculos no gubernamentales se destacan los diálogos entre movimientos populares e instituciones académicas para cuestionar el intervencionismo en Haití, en los segundos, se aprecia la participación de Argentina en la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (MINUSTAH)[3] y la firma de convenios y acuerdos, tales como el Acuerdo de Cooperación Científica y Técnica (1980) y el Acuerdo de Cooperación Comercial, Económica y Financiera (1984). Estos marcos han contribuido con los procesos de institucionalización de la cooperación bilateral, asimismo, han ofrecido pautas para entender las relaciones entre estos dos actores a través de la horizontalidad y de los beneficios recíprocos.

La participación de Argentina en la MINUSTAH (2004) dinamizó las relaciones de cooperación entre Argentina y Haití, las cuales se han desarrollado bajo esquemas de vinculación bilateral, pero también triangular y, se han enfocado en temas económicos, de fortalecimiento institucional, de derechos humanos y en materia de seguridad alimentaria. En este último, se ubica al ProHuerta, el cual se caracterizó por ser  una acción de larga duración (2005-2016), característica que no garantizó, en la práctica, la apropiación del programa por parte del gobierno y de las instituciones-operacionales de Haití. De acuerdo con el marco analítico propuesto de cooperación horizontal, el ProHuerta se insertó en un modelo de cooperación horizontal multinivel e intermitente a lo largo del ciclo de proyecto.

Fue multinivel por su composición actoral heterogénea. En la gestión del ProHuerta se involucraron, por etapas, a una diversidad de actores en un nivel político, institucional-operacional, técnico-operacional y social. De igual manera, las interacciones se desarrollaron de manera bilateral y triangular. El contacto con otros actores permitió obtener información de base, establecer comunicación con otras instituciones estratégicas con presencia en Haití y complementar recursos financieros, logísticos, humanos, materiales y técnicos. Esta complementariedad no siempre estuvo adaptada a las realidades del socio receptor (Haití), ya que el Ministerio de Agricultura, Recursos Naturales y Desarrollo Rural (MARNDR) llegó a asumir compromisos que no se adecuaban a sus capacidades financieras.

En este sentido, la complementariedad puede no ser una realidad cuando los actores han establecido objetivos ambiciosos o, bien, cuando se han comprometido con responsabilidades que no coinciden con sus capacidades reales en términos institucionales, financieros, humanos, materiales y logísticos.

A nivel bilateral, se distinguieron los actores siguientes para el caso de Argentina: Embajada de Argentina en Haití, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (MREC), Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Ministerio de Desarrollo Social (MDS), Ministerio de la Defensa y la Federación de Cooperativas Agropecuarias de San Juan (FECOAGRO). Para el caso de Haití, se apreciaron los actores siguientes: MARNDR, Ministerio de Medio Ambiente (MDE), Direcciones Departamentales Agrícolas (DDAs, por sus siglas en francés), Oficinas Agrícolas Comunales (BACs, por sus siglas en francés),[4] Coordinación Nacional de Seguridad Alimentaria (CNSA), Servicio Nacional de Semillas (SNS), promotores, familias y organizaciones no gubernamentales, tales como, la Asociación de Productores de Hortalizas Orgánicas de Kenscoff (APLOK).

A  nivel triangular, se establecieron vínculos con países (España, Canadá y Japón), organizaciones no gubernamentales y organismos regionales e internacionales: Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Instituto Nacional Democrático (NDI, por sus siglas en inglés), Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Al estudiar al ProHuerta Haití a partir de sus modalidades triangulares, es posible detectar que esta iniciativa de cooperación no sólo se trató de una experiencia de cooperación, sino de varias. Cada una de ellas significó una oportunidad para fortalecer capacidades de cooperación a través de la vinculación con diferentes socios, pero al mismo tiempo, supuso complejidades que afectaron o, bien, interrumpieron su gestión e, inclusive, limitaron la participación rectora tanto del primer oferente (Argentina) como del socio receptor (Haití) y se llegaron a presenciar patrones unilaterales y condicionalidades al momento de utilizar determinados criterios para la realización de evaluaciones. A pesar de la participación de segundos oferentes, este estudio se concentró en aplicar el marco analítico al caso del primer oferente (Argentina) y del socio receptor (Haití). Lo anterior, da pautas para analizar en futuras investigaciones las experiencias ProHuertas en territorio haitiano; ello también, permitiría identificar aquellos factores que contribuyen o inhiben la gestión de la cooperación triangular en el mundo de las prácticas.

En lo que respecta a la cualidad intermitente, se observa que las dimensiones analíticas propuestas de la cooperación horizontal no se presentaron de manera continua en el ciclo del ProHuerta. Las irregularidades mantienen una relación con la estructura de gestión diseñada, con la disonancia de enfoques, las barreas lingüísticas y las alternancias institucionales, así como por factores externos, entre los que destacan las alternancias políticas y los desastres naturales. Es importante mencionar, que la intermitencia debe ser observada tomando en cuenta los niveles de interacción (político, institucional-operacional, técnico-operacional y social).

Para el caso de la primera dimensión (trabajo conjunto), se observó que la participación activa fue limitada tanto para Argentina como para Haití. La ausencia de un punto focal técnico permanente en la Embajada de Argentina en Haití y la traducción de documentos del francés al español dificultaban la toma de decisiones por consenso. El trabajo conjunto, además, se vio entorpecido por las alternancias institucionales argentinas, particularmente en el MDS, en el INTA y en su Embajada.[5]

En el caso de Haití, no existía un interés real por el enfoque del ProHuerta. Mientas que esta iniciativa de cooperación en materia de seguridad alimentaria promovía un enfoque agroecológico, en las instituciones haitianas e, inclusive, en el nivel social persistía un enfoque productivista y de uso de fertilizantes. La disonancia de enfoques y la diversidad de prioridades obstaculizaron la participación activa de las instituciones-operacionales haitianas. Esta participación discontinua, también, fue ocasionada por las lógicas de actuación de terceros actores, como el PNUD, quien operó bajo el criterio de proyectos de implementación directa, esto es, que el PNUD asumió la responsabilidad global de la ejecución (Duval y Berut, 2016).

En lo que respecta al reconocimiento de capacidades, se distinguió una apertura por parte de los técnicos argentinos para reconocer las capacidades y opiniones de sus contrapartes técnicas haitianas, estas opiniones fueron atendidas y evidenciadas al momento de adecuar, conjuntamente, el material didáctico a las realidades haitianas. La adaptación, igualmente, se dio en el sentido de los cursos que se organizaron en Argentina para la capacitación del personal técnico haitiano. Los cursos se llevaron cabo en Tucumán y Santiago del Estero, ambos lugares comparten similitudes con el contexto haitiano. A pesar de estos elementos positivos, se apreció que el ProHuerta no se adecuó, en su totalidad, a las realidades institucionales y humanas de Argentina, así como a las realidades institucionales, financieras, sociales y ambientales de Haití. Con respecto a la falta de una adecuación a las realidades ambientales, se observaron decisiones reactivas y no preventivas.

Finalmente, en términos de beneficios recíprocos, el ProHuerta sirvió como una plataforma para posicionar a la República de Argentina en temas de seguridad alimentaria a nivel internacional, por su parte, para Haití, no significó un cambio de paradigma en la manera de hacer cooperación, puesto que no contribuyó con un desarrollo autónomo.

Conclusiones:

El esquema analítico propuesto para el estudio de la cooperación horizontal “tiene el valor de poder ser trasladado, adaptado o mejorado a otros casos de estudio” (Ruiz, 2018, p. 231). Con respecto a las adecuaciones, valdría la pena cuestionar la pertinencia de abordar a la intermitencia y a la peculiaridad multinivel de la cooperación a través de un concepto que integre ambos fenómenos: la intermitencia multinivel.

Referencias:

Aguilar, C. (2015). Guía orientadora para la gestión de la cooperación triangular en Iberoamérica. El Salvador: Programa Iberoamericano para el Fortalecimiento de la Cooperación Sur-Sur/Secretaría General Iberoamericana.

Duval, L. y Berut, C. (2016). Évaluation à mi-parcours du projet: Élargissement de Pro-Huerta Haïti avec l’UNASUR. Auzeville, Oréade-Brèche.

Pereyra, G. (2016). Modelos de desarrollo y política exterior como trasfondo de la Cooperación Sur-Sur en Argentina y Brasil en el siglo XXI. En G. Lechini y C. Giaccaglia (Eds.), Poderes emergentes y cooperación Sur-Sur. Perspectivas desde el sur global (pp. 71-85). Rosario: Editorial de la Universidad Nacional del Rosario.

Ruiz, M. (2018). La cooperación entre Argentina y Haití en materia de seguridad alimentaria, ¿Una experiencia de cooperación horizontal?: El caso del Programa de Autoproducción de Alimentos Frescos (ProHuerta) en Haití (Tesis inédita de Maestría). Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora: México.

[1] Los hallazgos aquí presentados se desprenden de la tesis de maestría titulada (2018): La cooperación entre Argentina y Haití en materia de seguridad alimentaria, ¿Una experiencia de cooperación horizontal?: El caso del Programa de Autoproducción de Alimentos Frescos (ProHuerta) en Haití.

[2] Este entendimiento se construyó a partir de elementos de algunas teorías de las relaciones internacionales, como el constructivismo social y el neoliberalismo institucional, de la gobernanza, de la sociología y de la pedagogía crítica, esta última al considerar en su análisis al aprendizaje dialógico.

[3] Establecida por la Resolución 1542 (30 de abril de 2004) del CSNU.

[4] “Tanto las Direcciones Departamentales Agrícolas (DDAs) como las Oficinas Agrícolas Comunales (BACs) son estructuras administrativas y técnicas descentralizadas del Ministerio de Agricultura de Haití” (citado en Ruiz, 2018, p. 129).

[5] Las alternancias institucionales, igualmente, se presentaron para el caso de Haití y de algunos segundos oferentes.

Maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora e internacionalista por la Universidad del Valle de México (UVM).

 

Paper: Acciones de la Estrategia de Resiliencia de la CDMX

Acciones de la Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de México en materia de cooperación internacional y resiliencia urbana

Por: María Guadalupe Martínez Hernández*

Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México

Resumen

La cooperación internacional para el desarrollo se lleva a cabo en un contexto en el cual, los países desarrollados ofrecen cooperación técnica y científica a los países subdesarrollados. En los últimos 15 años dicha cooperación ha visto como prioritaria la planeación urbana, especialmente en temas vinculados al desarrollo sostenible y la resiliencia.

La Ciudad de México, al igual que otras ciudades en América Latina, se encuentra expuesta a diferentes tipos de riesgos: ambientales y antropogénicos. Derivado de lo anterior, en el presente texto se abordan algunas de las acciones realizadas a través de la cooperación internacional en materia de resiliencia urbana, enmarcadas en la Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de México; misma que sirve como un instrumento de política pública, ejecutadas por medio de la recién creada Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México.

En el documento se describen los Principios de Resiliencia como parte de la base teórica de la estrategia, para el desarrollo e implementación de proyectos que dan sustento a la política pública. Así como, se presentan tres acciones iniciadas de la Agencia de Resiliencia para mejorar las condiciones de la ciudad ante impactos como sismos y en promoción de la [1] comunitaria.

Palabras clave: Cooperación internacional para el desarrollo, desarrollo urbano, resiliencia urbana, Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de México, Principios de Resiliencia.

Introducción

Alrededor del mundo, la cooperación internacional para el desarrollo ha integrado organizaciones y organismos de la sociedad civil para desplegar acciones más amplias bajo manifestaciones de ayuda humanitaria, formación de recursos humanos, cooperación técnica y científica (Fischer, 2014, pág. 32). En el marco de la cooperación  internacional, es de gran importancia alcanzar metas de desarrollo ante los retos económicos, sociales y ambientales contemporáneos que se viven a nivel global (AGCID, 2018).

A principios del nuevo milenio la Organización de Naciones Unidas (ONU) efectuó algunos encuentros y estudios tendientes a generar debates y consensos en torno a nuevas directrices del desarrollo los cuales derivaron en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que cumplieron su periodo de realización al año 2015. Al finalizar dicho periodo se pone en marcha una nueva agenda  transformadora, la cual se denominó: Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible– Agenda 2030- (Prado, 2014). En México, la cooperación internacional para el desarrollo se gestiona a través de la Agencia Mexicana de Cooperación para el Desarrollo (AMEXCID) y la Coordinación General de Asuntos Internacionales de la Ciudad de México (CGAI).

En la actualidad, la construcción de resiliencia urbana en las ciudades es una de las directrices para el diseño de políticas públicas, ya que en las urbes se presentan diversos impactos y tensiones[1] que generan desequilibrios en los diferentes sistemas que confluyen dentro de esta. Por estas razones, la introducción de mejores prácticas que se llevan a cabo en otros países, funcionan como un mecanismo de cooperación técnica que influye de manera positiva para mejorar las condiciones de la población, medio ambiente, economía y como mecanismo de fortalecimiento institucional dentro las ciudades.

La Ciudad de México es una de las ciudades más pobladas del mundo con diversos problemas de naturaleza hídrica y de planeación urbana, por lo cual su importancia a nivel nacional y mundial requiere de una constante renovación de sus programas y procedimientos para fomentar una mayor resiliencia urbana. En ese sentido, la Ciudad de México cuenta con la Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de México que fue elaborada con la colaboración de la organización 100 Ciudades Resilientes (100RC)[2].

A nivel operativo, es el Gobierno de la Ciudad de México a través de la Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México, la instancia encargada de ejecutar las acciones propuestas dentro de dicha estrategia. La agencia fue institucionalizada como parte del gobierno local el 11 de septiembre de 2017, y tiene como objetivo: coordinar la colaboración entre las dependencias, órganos desconcentrados, político-administrativos y entidades de la administración pública de la Ciudad de México que tengan a su cargo diseño, ejecución de políticas, programas y acciones que contribuyan a la construcción de resiliencia. Dentro de sus facultades se puede incorporar la cooperación de manera técnica y científica a partir de instituciones internacionales, universidades, gobiernos locales, etc.

A partir de estas ideas, este escrito expone la vinculación de la cooperación internacional y la resiliencia urbana en el mediano y largo plazo, desarrollados a través de la Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México.

Principios de resiliencia urbana y ejes prioritarios integrados en la Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de México

Los Principios de resiliencia urbana son siete cualidades basadas en el Marco Conceptual de Resiliencia Urbana, estos deben incluir a los grupos más vulnerables, integrarse con esfuerzos continuos, bajo enfoques cualitativos y cuantitativos innovadores y actualizados, con múltiples iniciativas y flexibilidad para adaptarse garantizar la capacidad para abordar distintas necesidades de resiliencia (SEDEMA, 100RC, & ORCDMX, 2016, págs. 45-47).

La resiliencia debe ser inclusiva al tener una colaboración colectiva y cocreativa que incluya a los grupos vulnerables. Al ser sólida tiene como finalidad integrar enfoques cuantitativos y cualitativos que son comúnmente aceptados. Debe ser también ingeniosa ya que requiere de innovación para superar la restricción de los recursos dentro de la ciudad. Le concierne contar con flexibilidad y tener compatibilidad para adaptarse a eventos y cambios imprevistos que puedan surgir, así como estar integrada para gestionar la relación e interdependencias entre iniciativas y en los riesgos a abordar. La redundancia consiste en contar con múltiples iniciativas para garantizar el abordaje de las diversas necesidades de resiliencia. También debe ser reflexiva al estar en constante evolución que permita a las ciudades tomar decisiones basadas en experiencias y en tiempo real (Ibídem, 2016).

Figura 1. Principios de Resiliencia. Elaborado con base en Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de México (2016).

La Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México y la cooperación internacional

A raíz del sismo ocurrido el 19 de septiembre de 2017, el cual impactó de manera severa a los diferentes sistemas de la Ciudad de México, se decidió utilizar cooperación internacional con el objetivo de intercambiar conocimientos y experiencias, además de conocer mejores prácticas, entre ciudades que han enfrentado eventos sísmicos similares. Lo anterior se llevó a cabo en colaboración con 100 Ciudades Resilientes y el Gobierno de la ciudad de México, a través la Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México. En la actualidad, se tienen tres proyectos en los cuales hay una conjunta entre los entes antes mencionados que además incorporan a su vez a diferentes instituciones internacionales, sector privado, academia y de manera preferencial a la comunidad, lo anterior con la finalidad de fortalecer aspectos como la recuperación post-sismo en una escala barrial. A continuación, se explican de manera detallada dichos proyectos:

 

  • Seminario internacional: Construcción de resiliencia sísmica

En materia de intercambio de conocimiento, se realizó un seminario internacional del 12 al 15 de marzo de 2018 para conocer y explotar iniciativas de construcción de resiliencia sísmica en las ciudades y en los diferentes sistemas que la conforman, aplicando enfoques de mitigación, preparación, respuesta y reconstrucción. Las ciudades invitadas de la red de 100RC fueron: Cali, Christchurch, Colima, Kioto, Los Ángeles, Quito, San Francisco, Vancouver y Wellington, logrando también una colaboración con otros socios de la plataforma de 100RC, miembros del sector público, académico, así como organizaciones no gubernamentales y sin fines de lucro. Como resultado de este intercambio se llegaron a acuerdos para el avance en tres temas críticos:

  1. Plan para la infraestructura hídrica ante riesgo sísmico
  2. Programa para la vivienda resiliente enfocado a comunidades vulnerables
  3. Protocolos y estrategias para fomentar la participación de la respuesta ciudadana organizada (SEDEMA, ARCDMX, & 100RC, 2018, págs. 44-47).

 

  • Ciudadanía preparada: Intercambios entre CDMX y San Francisco, California

A partir del Seminario Construyendo Resiliencia Sísmica, se firmó el Acuerdo para Fomento de Resiliencia en comunidades entre San Francisco, Los Ángeles y la Ciudad de México. En tal acuerdo, los gobiernos locales se comprometen a desarrollar un programa de formación y capacitación en el campo de resiliencia a nivel comunitario. Dentro del programa se pretende abordar los temas de organización, respuesta ciudadana y colaboración entre el gobierno y la sociedad civil. La metodología utilizada fue la impartición de talleres a colonias de las alcaldías de Álvaro Obregón, Cuauhtémoc, Iztapalapa y Tláhuac para dar a conocer experiencias, acciones y principios básicos utilizados en las experiencias de las ciudades de San Francisco y los Ángeles en relación con la construcción de resiliencia sísmica comunitaria.  Los resultados esperados para dicho proyecto consisten en fortalecer las capacidades de resiliencia en las comunidades seleccionadas: Tlapechico en la Alcaldía Álvaro Obregón, Doctores en Cuauhtémoc, Del Mar en Tláhuac y la Unidad Habitacional Ermita Zaragoza en Iztapalapa[3] (Ibídem, 2018, págs. 48-49)

  • Cooperación México-Chile en gestión de riesgo en laderas

El Acuerdo de asociación estratégica entre los Estados Unidos Mexicanos y la República de Chile se acordó la creación de un Fondo de Cooperación para financiar la ejecución de proyectos y acciones bilaterales para el desarrollo, motivo por el cual, se aprobó el proyecto “Hacia una comunidad resiliente: Estrategias de gestión de riesgos y vulnerabilidades urbanas en laderas en la Ciudad de México y Santiago”. Dicho proyecto busca fortalecer la resiliencia en las comunidades de ambas ciudades que se encuentran en riesgo por el deslizamiento de laderas, aluviones y desprendimientos. El propósito es reducir el impacto sobre las comunidades y la ciudad, ya que estos repercuten en la pérdida de viviendas, equipamiento urbano y afectación de infraestructuras. Para este proyecto se tiene previsto desarrollo de material cartográfico, geoespacial y análisis catastral del Peñón del Marqués, así como la elaboración de una cartera de acciones que incluya propuestas y alternativas de intervenciones urbanas y de paisaje (Ibídem, 2018, págs. 50-51).

Conclusiones

Las ciudades son núcleos territoriales de gran importancia a nivel mundial los cuáles necesitan de planeación e implementación de acciones que mejoren su crecimiento y desarrollo en diferentes ámbitos. En la actualidad, el tópico resiliencia urbana goza de relevancia al ser un tema innovador que busca generar capacidades adaptativas tanto en la población como en los diferentes sistemas que son parte de una ciudad.  Dado que las ciudades en el mundo tienen diversas asimetrías relacionadas con su historia, cultura, política, economía, etc., estas pueden realizar intercambios con otras ciudades para compartir políticas que han tenido un impacto positivo en los países a los que pertenecen y que por lo tanto podrían funcionar en otras ciudades.

Con base en lo anterior, la cooperación internacional juega un papel muy importante para mejorar las condiciones de las ciudades, ya que la fraternidad y disposición de compartir mejores prácticas fomenta la prosperidad de estas especialmente ante eventos de alto impacto como los desastres naturales. Por estas razones, la Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México ha establecido lazos importantes a nivel internacional con diferentes organizaciones públicas y privadas, así como los gobiernos estatales y municipales, en especial de Estados Unidos, con el objetivo de promover avances en el contexto de ciudad resiliente, especialmente en la coyuntura post-sismo que vive la Ciudad de México. A partir de estas relaciones se encuentran en curso tres proyectos para mejorar la resiliencia a nivel comunitario ya que esta escala es necesaria la intervención de políticas públicas. El desarrollo de estas acciones de resiliencia se ha llevado a cabo durante el transcurso del presente año y los resultados podrán visualizarse en el mediano y largo plazo, una vez que se evalúen.

Referencias

AGCID. (20 de Agosto de 2018). Obtenido de Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo: https://www.agci.cl/index.php/glosario/171-c/256-cooperacion-bilateral-y-bimultilateral

AGCID. (20 de Agosto de 2018). Obtenido de Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo: https://www.agci.cl/index.php/que-es-la-cooperacion

AMEXCID. (20 de Agosto de 2018). Obtenido de Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo: https://www.gob.mx/amexcid/que-hacemos

Diccionario de Cooperación Humanitaria y Cooperación al Desarrollo. (21 de Agosto de 2018). Obtenido de http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/41

Fischer, B. F. (2014). Breve Historia de la Cooperación Internacional en México (1900-2000). Revista Mexicana de Política Exterior, 52.

Naciones Unidas. (20 de Agosto de 2018). Obtenido de http://www.un.org/es/about-un/

Naciones Unidas. (21 de Agosto de 2018). Obtenido de http://www.un.org/es/charter-united-nations/index.html

Naciones Unidas. (21 de Agosto de 2018). Obtenido de http://www.un.org/es/millenniumgoals/

Prado, J. P. (2014). México y la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Acciones, contribuciones y propuestas. Puebla: Piso 15 Editores.

SEDEMA, & 100RC, O. (2016). Estrategia de Resiliencia de la Ciudad de México. México.

 

SEDEMA, ARCDMX, & 100RC. (2018). Aprender del sismo para ser más resilientes. Colaboración entre el Gobierno de la Ciudad de México y el Programa 100 Ciudades Resilientes de la Fundación Rockefeller. México.

[1] De acuerdo con 100 Ciudades Resilientes (100RC) resiliencia se refiere a la capacidad de supervivencia, adaptación y crecimiento de los individuos, comunidades, empresas y sistemas que interactúan dentro de una ciudad sin importar el tipo de tensiones crónica e impactos agudos que estos experimenten” (100 Ciudades Resilientes).

 

[2] Ver en línea: https://www.resiliencia.cdmx.gob.mx/estrategia-de-resiliencia-cdmx

[3] Las comunidades antes mencionadas fueron seleccionadas ya que se encuentran expuestas a diferentes riesgos como sismos, deslaves e inundaciones.

* Jefatura de Unidad Departamental de Investigación. Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México.

 

Paper: La CID con enfoque psicosocial.

La cooperación internacional para el desarrollo con enfoque psicosocial. El caso de familiares de migrantes desaparecidos y migrantes retornados con discapacidad física en Honduras.

Por: Paola Andrea Acosta Hernández*

Resumen
La complejidad del mundo actual junto a las condiciones sociales, económicas, políticas, culturales adversas que se presentan día con día han fomentado el incremento de la migración de las personas. La migración trae muchas consecuencias no sólo para quienes la ejercen sino también para la comunidad receptora, para la familia del migrante, para las autoridades y para otros muchos actores de lo internacional que cada vez buscan incidir positivamente ante un fenómeno que no se puede controlar para así, garantizar la integridad en todo sentido de quienes tienen necesidad de abandonar su lugar de origen. Este artículo se enfoca a la asociación Médicos del Mundo y su actuar mediante la cooperación internacional para asistir a los migrantes en su camino hacia una vida mejor.

(more…)

Paper: Cooperación Internacional y Seguridad Alimentaria y Nutricional

“De México a Nicaragua. Cooperación Internacional y Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN): Estudio de caso del proyecto Amaranto (FCAPPCCA), 2010-2015”.

Por: Maria de los Angeles Blandón Salinas *

 

Resumen

En el actual escenario mundial la Cooperación Internacional para el Desarrollo ha evolucionado propiciando un nuevo mecanismo de ayuda donde los países del sur son los protagonistas. En este contexto, en la región Centroamérica, la política exterior de la Cooperación Internacional Mexicana ha impulsado la Cooperación Sur-Sur como una nueva herramienta para dar respuesta a las problemáticas comunes y propiciar el camino hacia el anhelado Desarrollo, conformándose alianzas políticas para defender intereses comunes y aprovechar las oportunidades de una inserción en el sistema de la ayuda internacional, siendo Nicaragua un ejemplo particularmente muy cercano con México. Para ello se hizo una investigación titulada: “De México a Nicaragua. Cooperación internacional y Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN): Estudio de caso del proyecto Amaranto (FCAPPCCA), 2010-2015”.

Como parte de los antecedentes se hace mención que el 27 y 28 de mayo de 2010 se llevó a cabo, en la ciudad de Managua, Nicaragua, la V Reunión de la Comisión Binacional México-Nicaragua. Como parte del Programa de cooperación se aprobó el Proyecto “Fortalecimiento de las capacidades agroindustriales pre y pos cosecha del cultivo del Amaranto, 2010-2015 (FCAPPCCA)” en materia de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN) en la comunidad La Tejana de Chinandega, Nicaragua. Actualmente, el tema de (SAN) continúa vigente dentro de las temáticas de la agenda nacional nicaragüense y de la Cooperación Internacional mexicana.

Palabras clave: Cooperación Internacional al Desarrollo, Cooperación Sur-Sur, Cooperación Tradicional Norte- Sur, Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN).

Proyecto de Cooperación Sur-Sur

La llamada Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN)[1] en el mundo, ha marcado el inicio de una era vinculada al seguimiento de la visión de un mundo sin hambre y sin desnutrición, trastocando el actual papel de la Cooperación Internacional y sus proyectos para el Desarrollo.

En el marco de esa reconfiguración internacional, la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) ha optado por nuevas modalidades como la reciente Cooperación Sur-Sur (CSS), “que está basada en relaciones directas y horizontales entre países que enfrentan problemas comunes y que tienen como propósito superar a partir de esfuerzos conjuntos los desafíos del desarrollo que fueron vinculados a una Cooperación Tradicional Norte-Sur (C/T N-S)” (Ayllón,2007, p.88).

Con base en esa definición, la llamada Cooperación Sur-Sur (CSS) y su proceso de aprendizaje ha conllevado un sentido crítico para mejorar su proceder en el Sistema Internacional. En ese contexto, el motivo del presente e-paper es abordar el caso de la Cooperación Sur-Sur mexicana como el continuum de la cooperación tradicional Norte- Sur, a pesar de que en el discurso se expresa la implementación de una Cooperación más horizontal y de beneficio mutuo. Asimismo, analizar el rol que ha tenido el eje de la Cooperación Internacional mexicana dirigida a la región Centroamericana, en países como el caso de Nicaragua,  con la temática de Seguridad Alimentaria y Nutricional a través de un estudio de caso: “Proyecto fortalecimiento de las capacidades agroindustriales pre y pos cosecha del cultivo Amaranto (FCAPPCCA), 2010-2015”, con el fin de observar: aspectos de mejora en términos de resultados, continuidad y sobre todo de eficacia de la Cooperación mexicana en su carácter de cooperante dual.

La Cooperación Sur-Sur del caso mexicano, ¿es el continuum de la Cooperación Tradicional Norte- Sur?

El escenario internacional actual demuestra que han surgido nuevas modalidades de cooperación más allá de la llamada Cooperación Tradicional Norte-Sur (CT Norte-Sur). Históricamente la CT Norte-Sur fue considerada como aquella que se realizaba de un país desarrollado hacia otro país en vías de desarrollo o con menor nivel de desarrollo (Bracho, 2014, pp. 89-113). Este tipo de modalidad estaba basada en la importancia del conocimiento que podían aportar los llamados países desarrollados a los países menos desarrollados en temas de: experiencia, transferencia de conocimientos, no injerencia política, el respeto a terceros, lecciones aprendidas, prácticas significativas, uso de tecnología, etc. En ese contexto, los donantes operaban con amplios márgenes de discrecionalidad en la medida en que, aún existiendo marcos jurídicos vinculantes que regulasen y obligasen a cumplir los compromisos de ayuda, no se cumplían de manera obligatoria, distorsionando la naturaleza, objetivos y/ o cometidos de la CID[2].

Años más tarde, surgiría la Cooperación Sur-Sur (CSS) para encaminar los procesos de independencia y desarrollo de los países del Sur (Ayllón, 2007, p.22) la cual fue conceptualizada como aquella modalidad de cooperar entre un país en desarrollo y con otro país menos desarrollo, pero cuyas relaciones serían más de carácter horizontal acreditada por el apoyo mutuo con el fin de compartir conocimientos, experiencias y hasta recursos financieros y promover el desarrollo en sus distintas esferas (Ayllón, 2007, p.5). Sin embargo, en nuestros días se afirma que la demarcación de la línea fronteriza entre la Cooperación Tradicional CT Norte-Sur y la CSS se ha ido desvaneciendo, siendo el poder de la cooperación internacional de los países del  Norte aún persiste y ha incluido acciones que dejan al descubierto que en la inmensa mayoría de los países del Sur y con el papel de una Cooperación Sur-Sur se sufre de un poder viciado y manipulado por los Estados más poderosos que incluye irónicamente principios normativos como: “el respeto de la soberanía, la asociación de colaboración entre iguales; no condicionalidad; la no injerencia en los asuntos internos; beneficio mutuo y principios operativos: rendición mutua de cuentas, transparencia y coordinación  de  resultados” (ONU, 2012, pp. 7-8).  Surgiendo la incógnita: ¿Acaso la Cooperación Sur-Sur en el caso mexicano es aún el continuum o la réplica de las características de la Cooperación Tradicional Norte- Sur?

Desde un punto de vista, esta interrogante es una tarea compleja para responder, ya que se argumenta que la Cooperación Sur-Sur mexicana, a pesar de ser una modalidad más horizontal en el contexto de la llamada Eficacia de la Ayuda, se ha concentrado en una asistencia técnica respondiendo a la rigurosidad de la agenda de la eficacia, del triple mandato (Adaptar, Enriquecer e Identificar) del Programa de Acción de Accra (art. 19e del PAA)[3] pero reproduciendo así, las prácticas de la Cooperación Tradicional (CT Norte-Sur): relaciones asimétricas, ayuda atada, priorización de intereses, corriendo el peligro de caer en el papel de los países “del Norte” que no quieren perder su protagonismo en el Desarrollo.

La premisa anterior, resulta bastante interesante pues, lejos de llevar a una posición pesimista de la Cooperación Sur-Sur, sirve de estímulo para estudiar la Cooperación mexicana a través del siguiente estudio de caso, y así, analizar el papel de la eficacia de la Cooperación Internacional de México.

Cooperación Internacional Mexicana hacia Nicaragua en materia de Seguridad Alimentaria: Caso del Proyecto Fortalecimiento de las Capacidades Agroindustriales Pre y Pos Cosecha del cultivo del Amaranto 2010-2015.

Los estudios de caso sobre los proyectos de la CID se han convertido en una práctica en el aprendizaje y mejoramiento de la eficacia, ya que generan un conocimiento que aprecia la realidad de los proyectos de Cooperación para el Desarrollo sin llegar a una evaluación propiamente dicha.

En ese ámbito, casos como el proyecto Fortalecimiento de las Capacidades Agroindustriales Pre y Pos Cosecha del Cultivo del Amaranto en Nicaragua 2010-2015, en un momento estuvo dotado del siguiente cuestionamiento complejo: ¿Por qué la Cooperación Internacional mexicana en Nicaragua en materia de SAN a través del estudio de caso del proyecto Fortalecimiento de las Capacidades Agroindustriales pre y pos cosecha del cultivo del Amaranto (FCAPPCCA), ha sido parcialmente eficaz en la comunidad La Tejana de Chinandega, Nicaragua?

El proyecto nació en 2010 en el marco de la V Reunión Binacional México-Nicaragua. Para el estudio de caso, la zona de intervención era la comunidad La Tejana, geográficamente considerada la más grande en la costa del Pacífico con una superficie de 1,308 km2:

Mapa 01: División Política y Administrativa de Nicaragua

En el tema del relieve, la zona estaba comprendido por una fila volcánica, erosionada, frágil y poco factible, por un lado, para la inversión de capital extranjero en una iniciativa de cooperación, así como para la introducción por primera vez de un cultivo como el Amaranto. El Amaranto era considerado como una de las principales plantas alimenticias que formó parte de la vida ritual de los indígenas de esa zona (López, 2007, pp. 3-29). Llamado huauhtli en náhuatl, ahparie en purépecha, tez o xtes en maya, wa’ve para los wixáricas o guegui en rarámuri, contenía altas propiedades en lisina clasificada como pseudocereal. Sin embargo, la ventaja de este cultivo es que era adaptable a suelos rocosos y frágiles lo que permitiría insertarse en un ámbito tan vulnerable como el suelo nicaragüense. He ahí la propuesta muy concreta y acertada de México en introducir el proyecto del Amaranto. (Velasco & Villela,2018, p. 21.).

Por otro lado, según López Acotto y Villapando (2008), en el contexto del Proyecto Fortalecimiento de las Capacidades Agroindustriales Pre y Pos Cosecha del Cultivo del Amaranto el aparato estatal era sumamente frágil para mejorar las condiciones de vida de su población, por lo que la Cooperación Internacional mexicana respondía a las necesidades presentadas por Nicaragua y por medio de una colaboración solidaria y de complementación mutua que se ofrece a los países receptores. No obstante, entre una de sus lineamientos el diseño del proyecto carecía de un diagnóstico previo que reconociera una Eficacia comunitaria y no una Eficacia gubernamental basada en la gestión de resultados.

Para el análisis del papel de la Cooperación Internacional para el Desarrollo mexicana en el proyecto (FCAPPCCA) Amaranto se abordó por medio de una Matriz FODA. Utilizamos esta metodología del Análisis FODA/ DAFO o bien SWOT Matrix, (por sus siglas en inglés), por ser una metodología que permite analizar un proyecto en base a sus Debilidades, Fortalezas Amenazas y Oportunidades para la toma de decisiones. Asimismo, en los últimos años, esta metodología ha sido considerada como una herramienta por excelencia para saber en qué fue/es bueno un proyecto de CIPD, que tuvo/tiene que mejorar y cuáles acciones debían/deben llevarse a cabo de manera más clara y organizada. En el caso que nos ocupa, se usó con el fin de demostrar cómo en algunos casos se puede adoptar este Análisis FODA como alternativa para estimar el éxito o el fracaso de una intervención, sin la necesidad de llegar a una evaluación propiamente dicha. (véase gráfico No. 1)

Gráfico No.1 Dinámica de la Matriz FODA

Fuente: Elaboración propia con información sobre ANALISIS DAFO O FODA 2017.

Para ello, se desplego cada una de las secciones internas y externas, para ser entrelazadas posteriormente con los otros campos, dando como resultado que el proyecto efectivamente nació teniendo como base un diálogo político, concentrado en la operatividad de las actividades, en la gestión de resultados y en el llenado del formato de presentación de proyectos  de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), a fin de generar una mayor transparencia de los fondos y rendición de cuentas, lo que produjo un primer análisis sobre la Cooperación Internacional mexicana en Nicaragua.

Con ello, el proyecto Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN) a través del estudio de caso del proyecto Amaranto resulto parcialmente eficaz, porque efectivamente se comprobó que al haber una falta de un diagnóstico previo que identificase las necesidades y áreas de oportunidad, que a la larga favoreciera la apropiación local una vez finalizado el proyecto y un trasfondo de un significante vacío en la concepción de la eficacia a nivel comunitario persistiendo un comportamiento de una Cooperación Tradicional Norte-Sur en términos de una ayuda internacional condicionada o atada.

El FODA también evidenció que el proyecto tuvo asimismo otros puntos relevantes como el desarrollo del enfoque de género y la comercialización del Amaranto a pequeña escala con el productor local. La comercialización, como es un tema colindante en este proyecto, por lo cual, es importante reflexionar que fue un resultado indirecto de un proyecto asistencialista que, en la mayoría de los casos, la cadena productiva de productores locales no está preparada para incursionar en el ámbito del comercio.

Actualmente, el caso no refleja un interés por ninguna de las partes involucradas en continuar con este tipo de iniciativa a pesar de que se encontró como parte de la investigación un FODA con diez Fortalezas, tres Oportunidades, seis Debilidades y cuatro Amenazas. De ahí la importancia de remarcar que el estudio de caso estuvo bajo la modalidad de la Cooperación Tradicional Norte- Sur Mexicana y no en una Cooperación Sur-Sur, puesto que a veces la Cooperación Sur-Sur ignora los intereses de la política exterior que en muchas ocasiones persisten, ya que resulta difícil comprender la ayuda otorgada por México por ciertos momentos y la buena voluntad de Nicaragua de recibirla, sin el trasfondo de algún tipo de interés que cambia de un sexenio de mandato a otro sexenio. Lo anterior, especialmente, puede apreciarse en el contenido de los acuerdos de cooperación suscritos con México basados en mejorar un intercambio económico y que ha limitado el papel de la Cooperación Internacional mexicana y su eficacia.

Conclusión

La Cooperación Internacional de México a la región Centroamericana como el caso nicaragüense es considerada como una modalidad específica del sistema de la Cooperación Internacional, cuyo principal objetivo, es compartir experiencias exitosas que han sido implementadas para dar tratamiento a análogos problemas de Desarrollo.

A nivel de estudio del caso y de la investigación el Proyecto Alimentario Pre-Pos Cosecha Amaranto en materia de Seguridad Alimentaria y Nutricional se analizó que los resultados fueron en parte satisfactorios en la producción de un alimento de alto nivel nutricional que generó un alivio en la dramática situación alimentaria en Nicaragua; aunque es importante destacar que, los protagonistas locales nicaragüenses no fueron los autores de su propio desarrollo local, pues hubo una carencia de un diagnóstico previo y la apropiación del concepto de eficacia comunitaria.

Actualmente, la situación nacional de producción del Amaranto en el sector primario nicaragüense representa un reto, pues el cultivo del Amaranto tiene que ser re-introducido nuevamente a nivel local para luego generar una estrategia que pueda ayudar a combatir el hambre y la desnutrición de los sectores menos favorecidos, gracias a la alta adaptabilidad y composición nutricional de dicho cultivo.

En lo que respecta a la Cooperación Internacional mexicana es posible concluir que muchas veces en la práctica no responde a los principios fundamentales de Cooperación Sur-Sur, de manera que corre peligro de caer en el mismo esquema de la Cooperación Tradicional Norte-Sur, lo que condiciona la atención en aspectos como: la planeación de sus proyectos, su eficacia, su sostenibilidad en el tiempo y la rendición de cuentas.

Bibliografía

Ayllón, Bruno. (2007). La cooperación internacional para el desarrollo: fundamentos y justificaciones en la perspectiva de las teorías de las Relaciones Internacionales” en Carta Internacional. San Pablo, Núcleo de Pesquisa en Relaciones Internacionales de Universidad de Sao Paulo.

Bracho, G. (2014). La cooperación al desarrollo en transición: el reto de los cooperantes del Sur. Revista Mexicana de Política Exterior. núm.102 (pp. 89-113).

López Austin (2007). “Religión y magia en el ciclo de las fiestas aztecas”, en Religión, mitología y magia, México, MNA, n. 2, pp. 3-29.

López Accotto, A. y Villapando, F. (2008). Nicaragua: Notas sobre su economía y Cooperación Internacional para el Desarrollo, FLACSO, Managua.

Oficina de las Naciones Unidas (ONU,2012), Marco de directrices operacionales para el apoyo de las Naciones Unidas a la cooperación Sur-Sur y la cooperación triangular, Recuperado el 26/01/16 de http://digitallibrary.un.org/record/763924/files/DP_CF_SSC_5-ES.pdf págs. 7-8.

Programa de Acción de Accra (art. 19e del PAA) APA style: Electronic references. Recuperado de: https://www.accrahlf.net/

PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), (1994). Informe sobre desarrollo humano 1994: Nuevas dimensiones de la seguridad humana, Fondo de Cultura Económica, México, pág. 28

Velasco Ana María y Villela Samuel. (2018). El amaranto, Arqueología Mexicana, núm. 138, p. 21.

[1] Entendida como aquella que abarca el nivel de individuo, hogar, nación; y que se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, (1994). Informe sobre desarrollo humano 1994: Nuevas dimensiones de la seguridad humana, Fondo de Cultura Económica, México, pág. 28

[2] Cooperación Internacional para el Desarrollo

[3] Programa de Acción de Accra (art. 19e del PAA) APA style: Electronic references. Recuperado de: https://www.accrahlf.net/


*  Es licenciada en Derecho y Notariado Público por la Facultad de Humanidades de la Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI) y Maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Ha participado en varios cursos, talleres y diplomados, entre los cuales se encuentra: La Cooperación Procesal Internacional, la participación de la Sociedad Civil Mexicana en la Agenda 2030 y la Cooperación Descentralizada de los Gobiernos Locales. Correo electrónico: angeles2013@gmail.com

Paper: Feminismos, estudios de Género y Teoría Queer

 

Feminismos, estudios de género y teoría queer, aportes para una clasificación integral

Por:  Dr. Edgar Ivan Zazueta Luzanilla*

 

La comprensión de la perspectiva feminista puede darse a través del análisis de diferentes períodos históricos, éstos los podemos clasificar en: primera ola del feminismo (movimiento de mujeres que surge en el siglo XVIII); segunda ola del feminismo (donde la lucha por el voto de la mujer y el libro de “El segundo Sexo” de Beauvoir, son los dos momentos más importantes) y, hay autores (Escobar, 2007; Elliot, 2009), que refieren una tercera ola del feminismo, a partir del surgimiento de la teoría queer (en la década de los ochenta y noventa).

Sin embargo; hay posturas que difieren de considerar a la teoría queer como una “evolución del feminismo”, tal es el caso de Cobo (2005) quien entiende el uso del género en esta teoría como una despolitización, y para ella esto significa una “manera de desactivar el feminismo en su sentido original”, además afirma que dicha teoría es supuestamente ajena al movimiento feminista ya que atiende otras discriminaciones y opresiones –dando a entender que los varios tipos de opresión de género y sexo no tienen conexión entre sí-. Aún con el debate que puede suscitar esta argumentación, considero que ésta tiene relevancia por la producción teórica de las demandas y principios teóricos que postula, así como por la influencia de los movimientos sociales que aglutinan.

Aunado a lo anterior, existen otras formas de comprender los períodos históricos del feminismo, para muestra está la aportación de Michel (1983). De acuerdo con este autor, la palabra féminisme entró en la lengua francesa a partir de 1837. El feminismo se puede definir como una doctrina que procura los derechos de hombres y mujeres y que analiza el papel de la mujer en la sociedad incluyendo sus prácticas (Michel, 1983).

El pensamiento feminista, en sus orígenes, tomó argumentos del marxismo y el socialismo utópico, el psicoanálisis y posteriormente, de la antropología, la historia, la sociología y la filosofía (González, 2001). De tal manera que podemos clasificar, de acuerdo a Tong (1989), varios tipos de feminismos tales como: feminismo liberal, feminismo marxista, feminismo socialista y feminismo radical. Estos enfoques que señala Tong son los que están mayormente documentados principalmente por su relevancia histórica-teórica. No obstante, cabe mencionar que existen otras vertientes del feminismo tales como: feminismo negro, feminismo chicano, transfeminismos, anarcofeminismo o ecofeminismo, este último acentuando su impacto en los temas sobre medio ambiente y desarrollo. En un siguiente artículo explicaré las diferencias entre estos tipos de feminismos.

El feminismo es ya una presencia relevante dentro del escenario de las discusiones teóricas en la modernidad y en las ciencias sociales. En las posturas feministas se denuncia el sexismo, entendido como una actitud de discriminación a partir de la diferencia sexual y/o de género. También el feminismo puede entenderse como un movimiento ideológico y político que aspira a una igualdad de derechos para las mujeres, construyendo una relación de equidad e igualdad con los derechos de los hombres, quienes tradicionalmente han gozado de mayores privilegios que las mujeres en todos los ámbitos de la vida, principalmente los que se refieren al ámbito público. Para ello, el feminismo se basa en un conjunto de teorías sociales a la vez que ejecuta diversas prácticas y mantiene posturas políticas en abierta crítica de las relaciones humanas, sociales e históricas (pasadas y presentes), teniendo en cuenta la desigualdad y la opresión que ha existido a lo largo de la historia para las mujeres.

Por otro lado, y para definir los estudios de género es preciso referirme primero acerca de las nociones que existen en relación a este concepto/categoría; cabe señalar que los primeros acercamientos a la noción de género se hicieron desde disciplinas como la psicología, la filosofía o el psicoanálisis.

La palabra “género” se deriva del latín genus, que se utiliza por lo común para designar una categoría cualquiera, clase, grupo o familia, que exhibe características de pertenencia en común. En el marco teórico de las ciencias sociales el concepto de “género” tiene implicaciones más complejas, mismas que comienzan a hacerse evidentes principalmente a partir del siglo XIX con el declive de la posición social de las mujeres en Europa y con la instalación del pensamiento liberal y del estado moderno. Es en estas décadas cuando el concepto de género empieza a circular por todas las ciencias sociales y en los discursos científicos con una acepción específica y una intencionalidad explicativa.

Ejemplos de ello son las aportaciones de Matilde y Mathias Vaerting (El sexo clave: Un estudio en la sociología de la diferenciación de sexo, edición inglesa de 1923) y, sobre todo, Viola Klein (El carácter femenino. Historia de una ideología, 1946 publicada en castellano en Buenos Aires en 1951) quienes ya habían planteado que lo que se entendía como psicología femenina no era de las mujeres en sí (natural-esencia), sino el producto de las dominaciones y el sojuzgamiento masculino.

Posteriormente Simone de Beauvoir en 1949 acuñó la frase con la cual iniciaría el movimiento feminista del siglo XX: “Una no nace mujer, sino que se hace mujer.” Su reflexión abrió un nuevo campo de indagación intelectual sobre la interpretación de la igualdad y de la diferencia entre los sexos, que hoy es tema de revistas, libros, debates políticos, políticas de diversidad empresarial, seminarios académicos y movimientos sociales en todo el mundo. En la década de 1950, el investigador John Money propuso el término “papel de género” (gender role) para describir al conjunto de conductas atribuidas a los varones y mujeres, pero fue Robert Stoller quien estableció más nítidamente la diferencia conceptual entre sexo y género, basándose en sus investigaciones sobre niños y niñas que, debido a problemas anatómicos congénitos, habían sido educados de acuerdo a un sexo que no se correspondía con el suyo (Burín y Meler, 2006).

Posteriormente en la década de los cincuenta, después de la segunda guerra mundial y en plena “revolución sexual”, se revela una de las aportaciones más relevantes del feminismo a través de Rubin (1984) quien nos remite a estudiar de manera más compleja y multidisciplinaria esas primeras concepciones del concepto de género, y lo hace a través de su concepto de “sistema de sexo/género” el cual define como un conjunto de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual. Un sistema de sexo-género es simplemente el momento reproductivo de un “modo de producción”. En cambio, el conjunto de sentidos que abarca el concepto sexo incluye características biológicas de diferente nivel, el sexo es genético, hormonal, gonádico, morfológico (Moreno, 2002), mientras que el género se encauza mayormente al componente social que al sexual (masculinidad, feminidad, androginia). Además, para Scott (1990) el género también es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos, por lo que se considera como una forma primaria de relaciones significantes de poder. El género será entendido como relacional teniendo pues, un análisis vincular, mientras que la categoría de análisis es un organizador mayor de la construcción de la subjetividad (Burín, 2007). Por lo tanto, el género podrá ser definido como: construcción sociocultural, categoría de análisis, organizador de la construcción de subjetividad, concepto que facilita la comprensión de la subordinación masculina y femenina, pautas y normas culturales (performatividad).

En su acepción feminista, el concepto de “género” apareció primeramente entre las mujeres americanas, como Scott, Millet o Rubin, entre otras, quienes deseaban insistir en la cualidad fundamentalmente social, desigual y opresiva de las distinciones basadas en el sexo. Para ese entonces, y hasta el día de hoy, una población feminista consideraba al género como sinónimo de mujeres. Tal interpretación se relaciona por una acogida política del concepto, pero inadecuada y limitada teóricamente (Scott, 1990). De acuerdo con Marta Lamas, el concepto de género requiere la búsqueda de sentido del comportamiento de varones y mujeres como seres socialmente sexuados. La autora sostiene que en América latina no hubo el suficiente debate ni una confrontación teórica al respecto, al menos comparada con la fuerza y visibilidad con que se ha dado en el mundo anglosajón.

El concepto/categoría de género ha sido de gran relevancia para el feminismo porque ha sido utilizado, junto al constructivismo social, como una manera de evidenciar situaciones de opresión y malestar que comparten las mujeres en sus luchas por la equidad, la discriminación y la no violencia. De la misma manera, esta perspectiva de género es utilizada en muchos estudios de las masculinidades o estudios de género de los hombres como una forma de analizar los problemas de los varones y que buscan generar una equidad y no violencia en sus relaciones; además, la perspectiva de género también se ha usado en muchos estudios sobre diversidad sexual. Es conveniente aclarar que no todos los estudios de género son feministas, ya que hay otros estudios que pueden estar apoyados en teorías y enfoques sociológicos, psicológicos o de otras disciplinas que se definen muchas veces contradictorios entre sí y a los principios fundamentales del feminismo y/o del enfoque del constructivismo social.

Dejando a un lado a los estudios de género, ahora centraré mi atención en la teoría queer. De acuerdo con Spargo (2004), el término “queer” puede funcionar como sustantivo, adjetivo o verbo, pero en todos los casos se define en contraposición a lo “normal” o normalizador.

La teoría queer utiliza varias ideas del feminismo, de la teoría posestructuralista, incluidos los modelos psicoanalíticos de la identidad descentrada inestable de Lacan, la deconstrucción de las estructuras conceptuales y lingüísticas binarias de Derrida y, por supuesto, el modelo del discurso, el conocimiento y el poder de Foucault. La teoría queer no se origina en un momento específico, pero a menudo se considera, retrospectivamente, que comenzó a cristalizarse a partir de una serie de conferencias académicas dictadas en Estados Unidos a finales de la década de 1980 sobre tópicos gays y lésbicos relacionados con las teorías posestructuralistas. A continuación, describiré el origen de la teoría queer en el feminismo y el movimiento LGBTTI y sus relaciones y diferencias.

De acuerdo con Sáez (2004) en la década de los ochenta la teoría queer surge en respuesta a una especie de “identidad gay” que estaba imponiéndose, la cual, tras la búsqueda de los valores de estabilidad y respetabilidad, visualizados en la institución del matrimonio, escondía un discurso cada vez más conservador.

No es casualidad que, en los años ochenta, en el debate que oponía a las feministas “constructivistas” y las feministas “esencialistas”, la noción de género se convirtiese en la herramienta teórica fundamental para conceptualizar la construcción social, la fabricación histórica y cultural de la diferencia sexual, frente a la reivindicación de la feminidad como sustrato natural, como forma de verdad ontológica (Preciado, 2003).

Algunos autores señalan que la teoría queer está más cercana al movimiento LGBTTI que al feminismo, aunque tiene diversas raíces ideológicas que parten del feminismo norteamericano de los años ochenta. Este feminismo de la segunda ola se situaba en la noción de diferencia sexual, ya fuera la diferencia entre hombres y mujeres o la conceptualización del sujeto y del objeto de varios fenómenos sociales (el discurso, el arte, el matrimonio, etc.). En ese sentido, el movimiento feminista al que se refieren fue alterado por dos fenómenos ideológicos que dividieron a las teóricas y militantes en relación al tema sobre el papel de la pornografía en la opresión de las mujeres (“la guerra de los sexos”) y a la presencia de lesbianas en las filas feministas, a esta presencia de mujeres se le conoció como Lavender Menace, nombre de un grupo informal de feministas lesbianas formado para protestar por la exclusión de lesbianas y reivindicaciones lesbianas dentro del feminismo.

Las feministas lesbianas de la Lavender Menace manifestaban que ellas eran más feministas gracias a su alejamiento de los hombres, mientras que las feministas heterosexuales aducían que los papeles masculinos/femeninos (butch/fem) de las parejas lesbianas no eran sino copias del matrimonio heterosexual. Así, esta disputa presente en un sector de feministas de la segunda ola, puso su atención en las prácticas sexuales, y sobre todo en la división que todo ello produjo; dando como resultado, a comienzos de los años noventa al nacimiento de la teoría queer conformado fundamentalmente por un feminismo lésbico.

Quizás por ello no es extraño tener a Judith Butler como una de las más importantes exponentes de la teoría queer (con influencias importantes de Michel Foucault). Según Butler, no sólo el género está construido socialmente, también la sexualidad es fruto de mecanismos discursivos y de poder. Butler rechaza que la identidad de género sea el aglutinante principal del movimiento feminista, dado que no puede mantenerse como fundamento de la unidad del movimiento una sola identidad. Advierte, además, que la identidad tiene como consecuencia la opresión, puesto que siempre lleva incorporada una dimensión normativa. La propuesta de Judith Butler es que esa posible “común identidad feminista” (“la mujer”) no gire en torno a uno solo de los aspectos que caracterizan al grupo de mujeres (la oposición masculino-femenino). La solidaridad feminista debe asumir que hay otros ejes de las relaciones de poder (clase, raza, etnicidad, etc.) que configuran la “identidad” y hacen que sea totalmente inapropiada esta noción (identidad en singular) en su sentido tradicional.

De acuerdo con Elliot (2009) el desarrollo de este enfoque teórico de la sexualidad (teoría queer) surgió no sólo de algunas divisiones sociales feministas emergentes alrededor del significado de la homosexualidad durante los años ochenta, sino también de varios nuevos intentos por evitar las estrategias excluyentes y separatistas de oposición política a la dinámica heterosexual y masculinista de la cultura occidental. Además, Sabuco (2009) menciona que los logros obtenidos por los movimientos de los sesenta-setenta se enfrentaron con la dureza de una pandemia: el SIDA, que se instrumentalizó políticamente para mermar las conquistas obtenidas y provocar una reacción conjunta en la que cristalizará el movimiento queer a finales de los ochenta.

Me parece que cualquier postura (feminista, de estudios de género desde cualquier rama de las ciencias sociales o desde la teoría queer) que reivindique las opresiones y las desigualdades de la alteridad es muy bienvenida, independientemente de a qué grupos mayormente beneficie, al final creo que todas y todos nos vemos beneficiados con la lucha contra el machismo, la violencia, la desigualdad, la inequidad y la opresión, porque todo subyace a un mismo sistema que hay que cambiar, el patriarcado.

Referencias.

Beauvoir, S. (1949) El segundo sexo. Francia: Editorial Sudamericana.

Burin, M. y Meler, I. (2006) Género y familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad. Argentina: Paidós.

Burin, M. (2007) “Trabajo y parejas: impacto del desempleo y de la globalización en las relaciones entre los géneros” en Jiménez M. y Tena O. (Coords.), Reflexiones sobre masculinidades y empleo, Morelos, México: Universidad Nacional Autónoma de México y Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (eds.).

Cobo, R. (2005), Sociología crítica y teoría feminista, España: Universidad de A Coruña.

Elliot, A. (2009) “Sexualidades: teoría social y la crisis de identidad” en Sociológica, año 24, número 69, pp 185-212, enero-abril 2009.

Escobar, J. (2007) “Diversidad sexual y exclusión”en Revista Colombiana de Bioética, Vol. 2, No.2, Julio-diciembre, pp. 77-94.

González, C. (2001) Autonomía y alianzas. El movimiento feminista en la Ciudad de México, 1976-1986. México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México.

Michel, A. (1983) El feminismo. México: Fondo de cultura económica.

Moreno, H. (2002) “Masculino y femenino” Curso Sexualidad y Derechos: Cartas de navegación México D.F.: Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, noviembre 02.

Preciado, B. (2003) Multitudes Queer. Nota para una política de “anormales”.Revista Multitudes. Núm. 12. París.

Rubin, G. (1997) “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, en Lamas, M. (Comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, México D.F.: Miguel Ángel Porrúa/PUEG UNAM.

Sáez, J. (2004) Teoría Queer y psicoanálisis. Madrid, Síntesis, pp 221. Disponible en: http://www.sintesis.com/secciones/catalogo/PDFs/9756-182-1.pdf

Scott, J. (1990) “Género, una categoría útil para el análisis histórico”,en Amelanj, J. (Coord,), Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea. España: Universidad de Valencia.

Spargo, T. (2004) Foucault y la teoría queer. España: Editorial Gedisa, S.A.

* Instituto Mora.

 

https://www.ceibal.edu.uy/es/articulo/el-aporte-de-plan-ceibal-los-objetivos-de-desarrollo-sostenible