Existen múltiples organizaciones civiles en México, de acuerdo a los resultados de la Encuesta Nacional de Solidaridad y Acción Voluntaria (ENSAV) 2012, anualmente se realizan 192 millones 500 mil acciones voluntarias, en áreas como salud, educación, seguridad, desarrollo social, ambiente, etc. ¿Son muchas o pocas? ¿Qué motiva a una persona a realizar voluntariados y/o a conformar una organización civil? La experiencia dentro de una asociación civil puede describir circunstancias en las que sobresale la buena voluntad, donde las personas simplemente sorprenden, sin embargo, también hay anécdotas donde inmediatamente se reconoce un mal sabor de boca, porque parecería que muchas personas requieren recibir algo a cambio siempre.
Se vive una etapa en el país donde sin lugar a dudas es necesario estar unidos ante las problemáticas que se enfrentan; en muchas ocasiones existen ganas de ayudar, pero lamentablemente no se concretan acciones o éstas se realizan sin llegar a su máxima capacidad, debido a la falta de estructura y un eficiente trabajo en equipo, lo cual no es difícil comprenderlo, ya que se han escuchado muchos consejos de generación en generación, algunos padres inculcan a sus hijos ideas como: tú concéntrate en estudiar y encontrar un buen trabajo, sé siempre el mejor. Con lo anterior hay un quiebre social, en el que para algunos las agrupaciones son vistas como peligrosas o como escándalos injustificados de quienes no quieren cumplir con las dos actividades esenciales para ser útil en la sociedad: estudiar y trabajar.
La carga de ser “siempre el mejor” nos vuelve competitivos, lo cual no es malo si buscamos superarnos y salir adelante, pero para los retos actuales está claro que no podemos permitirnos avanzar sólo en lo individual. El hecho de tener personas incapaces de solidarizarse por el bien común o las notables necesidades de otros, pone a prueba a quien busca impulsar el cambio.
La empatía es un ingrediente básico para propiciar la unidad y la mejora en un objetivo común; por tanto, si desde la infancia se le considerara parte de la crianza, se generaría una cultura en la que no sea tan difícil convencer a alguien de que es capaz de mejorar su entorno y la vida de otros, no se tendrían jóvenes o adultos en la espera de obtener beneficios y con rechazo a las nuevas ideas, sino que serían lo suficientemente empáticos para, en conjunto, buscar soluciones a los retos y las necesidades que enfrentamos como sociedad, tales como hambre, sequía, pobreza extrema, conflictos socioambientales, entre otros.
Por último, si bien existen personas que ya están cambiando sus paradigmas y toman los problemas solucionándolos desde la inteligencia colectiva, aún hay un camino transversal, donde no se puede dejar de lado el papel de la educación, ni restarles importancia a las acciones institucionales. Impulsar generaciones donde la empatía no represente vulnerabilidad sino una cualidad con la que se fortalezcan relaciones de cooperación e innovación social, porque ya no se trata de ser mejor que alguien para tener éxito, sino ser capaz de llegar al éxito con el mutuo crecimiento.